Sonando "You don`t know what love is"
-Laura Hatton-
El calor aprieta mis huevos en la bermuda de jeans, estoy sin slip; no sòlo me parece eròtico (algunos pueden pensar que es sucio), sino que tambièn còmodo. No siempre tengo disponibles los que realmente me gustan, ademàs lo hago para despojarme de algo y ser otro. Me llama un tipo que vive al fondo de Liniers ¿què tan al fondo?. El me dijo que en el lìmite con Lugano y yo dudè; despuès desmintiò que haya mencionado eso. Cuando me tomo el 47 en Liniers, con toda la comunidad boliviana, ; vìa a esas mujeres, con sus bebès demasiado abrigados para este dìa, con esas cabezas llenas de pelos gruesos y negros... todos trabajadores. Merecedores de habitar la Repùblica. ¿Donde podrìa ver a esta gente si no fuese acà? Se nota que hacen de sus vidas, hay rastros en sus bolsos y sus peinados. Yo en cambio quièn era. Què serìa para ellos. Un tipo alto y flaco, bien vestido y perfumado, de dudosa procedencia, de dudosa ocupaciòn, de dudosa identidad.
La adrenalina de ir a ver a un desconocido me provoca un poco de adrenalina (para mi gusto en bajas dosis) que me hacen sentir ubicado en tiempo y espacio. Bajo casi al final del recorrido, fue bastante largo, por lo que compruebo que evidentemente este tipo me habìa dicho que era en el lìmite
con Lugano. Estoy llegando algo tarde, entre que le pedì a mi amiga de a la vuelta de casa su tarjeta para viajar (no tengo un mango), y la espera de dos colectivos.
Cuando bajo en medio de una villa boliviana me digo, esto es una joda. Una villa es una villa y a mì me faltaba una cantimplora para parecer un foràneo, bueno, llevaba una botella de agua. Me imaginè toda la situaciòn, yo entrando por pasillos llenos de ropas lavadas y asomando miradas de las cuevas. Pensè que muchas veces en mi vida habìa atendido gente humilde y es la menos problemàtica con el dinero. De repente al doblar encuentro un edificio, y el departamento. No me abre, no me atiende. No tengo un puto crèdito para llamadas. Aprovecho a entrar cuando alguien sale y me imagino el peor de los presagios: me clavaron. Subo al segundo piso y las puertas no tienen identificaciòn; supongo que el A es el que da al frente de este lugar. Golpeo la puerta que parece de cartòn. Nada. Intento con la de al lado y escucho que hay alguien; le grito el nombre que me diò y siento que me espìan por el mirador. Finalmente me abre la puerta y se excusa por el portero que no anda; un poco ofuscado le dije que podrìa haberme avisado.
Raùl es un tipo medio rubio, de estatura media, de edad promedio. Siento su olor a tabaco en la boca. De repente suena la puerta y el portero entra a ver su aire acondicionado. Todo està sofocante. Me da la mano y me aprieta fuerte a pesar de mi dedo vendado.
Mientras estàn en el living, hago una vista general de la cocina; hay santos de todo tipo arriba del microondas, en la heladera hay una estampa de la hermana Irma, con su cara tenebrosa. Tambièn habìa visto en su tobillo una guarda de colores rojos, tìpico de algunas personas que profesan el umbandismo. Y sobre la mesa unos fajos de causa judiciales. Hace años no veo ninguna, desde que traajaba en seguros y nos llegaban los expendientes por los siniestros.
Leo en la caràtula el nombre de Nisman, Alberto; el hombre del momento. Cuando me sorprende ojeando los papeles le pido disculpas dicièndole que estaba aburrido. Le pregunto si era abogado y me dice que no, que es sòlo un empleado y que la causa està disponible en la web para cualquier ciudadano. El portero se va y vuelve a apretarme la mano. Mientras me sirve algo sin gas me dice "le vendieron pescado muerto al fiscal". Me alivio, al menos no es un facho.
De repente empieza a llamar ¡Elsita, Elsita!. Su gata siamesa, vieja y gordita. Le comentè que asì llamaba mi papà a su ùltima novia, y que tambièn era un gato.
Le pregunto si en la habitaciòn tiene un ventilador y lo apuro para ir al cuarto despuès de cobrarle. Entre el viaje y la espera habìan pasado una hora y media y ya me querìa ir. El departamento por fuera parecìa una covacha y por dentro, a pesar de su gusto mediocre, poseìa todas las comodidades. Al desnudarnos me dice "no llevàs slip" y le dije si le gustaba, ya que venìa de la temporada estival con un bronceado moderado gracias al factor 40 de mi crema. En seguida trato de recortar su cuerpo para hacer foco en la parte que me excite para funcionar: su blancura y su cola de piel suave. Tiene feo pito. Què triste debe ser para todos los hombres de la tierra poseer un pito no armònico.
Me lo cojì sin previas, le susurrè al oìdo cosas perversas, creo que hasta le dì un beso en su boca rosada con olor a humo.
Le mentì y le dije que venìa muy caliente desde hace unos dìas y que si lo seguìa bombeado asì acabarìa enseguida; listo el pollo, me dijo que le encantarìa a pesar de que querìa màs. Hice los espasmos de siempre como si estuviese acabando, la actuaciòn perfecta, mejor que un polvo real. Me saco el forro, lo cubro con la mano como si estuviese sucio, sòlo para que no vea que estaba vacìo. Me tomè el trabajo de mojar el papel con un poco de agua. Siempre me aconsejaron llenar el forro apòcrifo con un poco de crema o agua jabonosa, ya que algunos clientes son capaces de revisar si realmente acabaste.
No estoy con ganas de hacer màs teatro, el calor me puso de mal humor; nos saludamos le dije que volviera a llmarme, que esa cola me habìa vuelto loco.
Por suerte el 47 que tomè a la vuelta tenìa aire acondicionado.
Y me sentè bien al fondo, solito, antes que la comunidad vuelva a subir.